domingo, 16 de junio de 2013

Dormir es el nuevo sexo

Nuestro vertiginoso ritmo de vida exige la recompensa de un sueño reparador. Pero dormir a pierna suelta no está al alcance de todos. Es un lujo por el que pagamos cualquier precio.

"Dormir es el nuevo sexo”. Con esta sentencia que ha escandalizado a muchos académicos, el psicólogo estadounidense Arthur Spielman, codirector del Centro de Investigación del Sueño del Hospital Metodista de Nueva York, dio al sueño su justa dimensión: un objeto de deseo. “La gente quiere dormir y no lo consigue, y muchos están dispuestos a pagar y pagan por una noche de buen sueño”.

Para demostrar su tesis, Spielman mostró unas cifras publicadas por la revista Forbes que evidencian que en Estados Unidos la venta de somníferos, camas, colchones y miles de “gadgets” que presumiblemente ayudan a inducir el sueño es un negocio valorado entre 10.000 y 12.000 millones de dólares anuales. 

En España, algunos estudios señalan que la venta de hipnóticos y sedantes, incluyendo fármacos y plantas medicinales, supera los 37 millones de euros al año. Otro observador de la sociedad global contemporánea, Mark J. Penn, que ha sido consejero de Bill Gates, Tony Blair y Bill Clinton, apunta en su libro “Microtrends”: “La mayoría de los que están despiertos en medio de la noche es porque no pueden dormir, no porque no quieran. Gracias a nuestras elevadas expectativas y a la posibilidad de estar activos 24 horas (siempre tendremos algo que hacer) se duerme menos que nunca”.

Mientras otros duermen, tú puedes comprar, charlar, participar en foros o jugar on line, trabajar, asistir a una reunión al otro lado del mundo a través de videoconferencia o ver en tiempo real el último capítulo de una serie que están estrenando en otro continente. En muchas ciudades de Estados Unidos hay supermercados y lavanderías que nunca cierran. Dormir parece hoy, más que nunca, una pérdida de tiempo.

Pero no podemos vivir sin dormir. “Podríamos sobrevivir más tiempo sin comer”, apunta el doctor Nicolás González, neumólogo de la Unidad del Sueño de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y agrega que para rendir al 100% al día siguiente se necesita un sueño de calidad, y eso supone pasar tiempo suficiente en la fase REM, el sueño más profundo, y tener pocos despertares durante la noche. Y esto es, precisamente, lo que se ha convertido en un lujo.

Algunos expertos como el doctor Eduard Estivill reconocen que la crisis económica ha empeorado la calidad del sueño de los españoles. No es una novedad, el paro nos quita el sueño. Pero, para ser justos, ya dormíamos poco antes. Según encontró el informe “La hora de Europa, la hora de España” realizado por la Fundación Independiente, tres de cada 10 españoles duermen menos de seis horas cada noche. Otro estudio de la consultora ACNielsen con 15.000 personas de todos los continentes nos colocó, junto a los portugueses e italianos, en los primeros puestos del ranking de los más trasnochadores del mundo.

Nuestra mayor pesadilla es el insomnio,
la incapacidad para quedarnos en blanco y dormir a pierna suelta. Los expertos creen que el hiperactivo estilo de vida que llevamos nos ha hecho “desaprender” a dormir. Todo va contra el sueño. La creencia de que podemos con todo y, al mismo tiempo, el ruido de las calles y las terrazas en verano, la ansiedad, el estrés, el calor... Incluso, el hábito cada vez más extendido de meternos con el ordenador en la cama. “Nos sobreestimula y confunde a la melatonina, que es la hormona encargada de prepararnos para dormir”, explica el doctor Diego García-Borreguero, que dirige el Instituto de Investigaciones del Sueño.

Según la teoría de este experto, la exposición de la retina a una fuente luminosa a corta distancia, como la pantalla del ordenador, reduce la secreción de melatonina, que no recupera sus niveles normales hasta casi dos horas después. Para segregar esta hormona necesitamos casi oscuridad total o, apenas, la luz indirecta de una lámpara pequeña. Tenemos un problema, hemos olvidado cómo desconectar.
“Llevarnos los problemas a la cama, repasar la lista de las cosas por hacer al día siguiente en cuanto ponemos la cabeza en la almohada..., eso es lo que hacemos y el sueño no viene de golpe, hay que prepararlo, hay que desconectar de todo al menos dos horas antes”, dice el doctor Eduard Estivill, polémico por su método para enseñar a dormir a los niños y que el año pasado comenzó a practicar unas curas de sueño para adultos megaocupados en el Hotel Hospes Maricel de Marbella.

“Es gente de éxito que lo ha conseguido todo, pero ahora tienen que reaprender a dormir”. La gracia del tema es que hay que irse a la cama sin tirar de pastillas, sólo practicando la desconexión mental y la relajación física. Además, está el calor.

El organismo está diseñado para dormir en una franja de temperatura de entre 18 y 25 grados. Los expertos aseguran que en una noche calurosa activamos nuestro termostato natural para poder conciliar el sueño, lo difícil es poder hacerlo de un tirón y sin interrupciones, tal y como sería deseable.

El calor supone una sobreestimulación que impide dormir. Según explica el doctor García-Borreguero, en el estadio 1 del sueño –cada noche tenemos entre cuatro y seis ciclos–, disminuye la actividad cerebral, se relajan los músculos y desciende la temperatura corporal, una condición necesaria para empezar a dormir.

Pero aproximadamente a los 90 minutos de estar dormidos, cuando comienza el sueño REM y empezamos a soñar, el termostato empieza a fallar, nos alejamos de la zona neutra de temperatura, entre los 18 y 25 grados, y aumentan las posibilidades de despertar.

Los expertos aseguran que en situaciones de mucho calor se produce algo de sueño y muchos despertares, y a esas ingratas condiciones nos adaptamos, pero no de forma gratuita. Lo pagamos con cansancio, ojeras y mal humor al día siguiente.
¡CAFEÍNA, TE NECESITO!

¿Quién no ha comprobado alguna vez en primera persona cómo es la jornada después de una noche en blanco? Por esa obsesión que tienen los científicos de poner a prueba y medirlo absolutamente todo, en el Instituto de Investigaciones del Sueño han privado del sueño a mamíferos de experimentación y han extrapolado los resultados a los humanos.

Se ha corroborado que, cuando hay una falta severa de sueño, el individuo se duerme literalmente por las esquinas. Los científicos los llaman microsueños y su función es reparar el organismo. Porque tampoco estamos dispuestos a dejar de ser los más vitales, los más activos, los más graciosos y los más despiertos. Para conseguirlo, nos hemos enganchado a la cafeína, otro hábito creciente de la vida moderna que apunta en su libro Mark Pen. No solo se trata del café y el té, cuyas ventas se han triplicado en las últimas dos décadas.

La demanda de bebidas energéticas y refrescos que contienen cafeína en su formulación se ha disparado en los últimos años. Incluso, Coca Cola y Pepsi Cola han tentado al mercado estadounidense con novedosas bebidas que triplican el contenido de cafeína de sus productos convencionales. Este mercado alcanza los 1.000 millones de dólares solo en Estados Unidos, donde los empresarios más innovadores experimentan con bollos y panecillos con cafeína para gente con poco tiempo para sentarse a tomar el desayuno y muy necesitada de un chute de energía después de una mala noche.

Penn apunta un cambio de tendencia interesante para los empresarios emergentes. “La gente compra bebidas que estimulen, no que relajen. Es la única manera de permanecer despiertos y en modo multitarea, como exigen los nuevos tiempos”, advierte.

Sobreestimulados de día y sin poder dormir de noche. Es la historia de nunca acabar. Y, como siempre tenemos soluciones rápidas a mano para conseguir el objetivo final, antes de ir a la cama tomamos una pastilla que nos ponga el sueño a tiro. La venta de somníferos ya se había duplicado entre el año 2000 y 2004 entre los adultos de entre 20 y 44 años. Si tienes un amigo farmacéutico ya te habrá dicho cuáles son los best-sellers de las farmacias españolas, se llaman Orfidal y Tranquimazin. Dos ansiolíticos que te hacen dormir como un bebé. Buenas noches... y buena suerte 
Mujerhoy.com