¿Qué haces cuando eres madre de dos hijas y a los 42 años de edad
fracasa tu segundo matrimonio? Muchas mujeres habrían dado una tercera
oportunidad al amor, y otras, desencantadas, habrían decidido no ver
nunca más a un hombre. Wendy Salisbury decidió tomar un camino muy diferente, y comenzar a experimentar en el sexo con hombres mucho más jóvenes que ella.
No se quedó ahí, sino que además, decidió poner negro sobre blanco
todas sus experiencias, sin escatimar en detalles. Toda su experiencia
se recoge en Sextraordinaria. Los diarios privados de una mujer madura
(Plataforma Testimonio), que acaba de ser editado en nuestro país, y
que en un primer momento no era más que un diario privado que Salisbury
decidió publicar “por si inspiraba a otras mujeres a hacer algo distinto
con su vida”, como explica a El Confidencial.
Desde
el primer capítulo, es cierto que Salisbury hace cosas muy distintas (y
mucho más atrevidas) a las que cabría esperar de una mujer de su edad.
Actualmente cuenta con 66 años, pero su libro habla de su experiencia
durante el último cuarto de siglo, en el que ha tenido unas cuantas
relaciones con jóvenes a los que llegaba a sacar 30 años. “¿Que por qué
los prefiero? Es obvio”, se ríe cuando se le pregunta sobre sus
preferencias. “No necesitan ninguna ayuda. Además, me siento joven
cuando estoy con alguien más joven. Que ellos quieran estar conmigo es un cumplido. Y cuando se marchan para seguir su vida, espero que se acuerden de mí”.
Quizá resulte sorprendente la cantidad de yogurines con la que
Salisbury se ha cruzado a lo largo de su vida, pero como ella misma
señala, “a los hombres jóvenes siempre les han interesado las mujeres
maduras. Y muchos hombres maduros me han contado lo importante que fueron para ellos sus experiencias con mujeres mayores
cuando eran jóvenes”. Muchos han criticado a Salisbury por no andarse
con rodeos a la hora de detallar los encuentros sexuales que aparecen en
sus libros, a lo que ella responde que ha querido satisfacer la
curiosidad del lector, ya que considera que “es normal que quiera saber
más. Si escribes una historia así, tan personal, no puedes utilizar
elipsis”.
La liberación a los cuarenta (y a los cincuenta y a los sesenta)
La
veteranía es un grado, dice el refrán, y Salisbury parece estar
dispuesta a demostrarlo por todos los medios posibles. “Soy la prueba de
que se puede vivir la plenitud sexual a partir de los cuarenta”, presume. Sin embargo, de la lectura de Sextraordinaria
no se descubre a una mujer fácil, dispuesta a encamarse con cualquiera,
sino que precisamente llama la tención la dignidad con la que se
comporta frente a sus parejas y las altas expectativas que tiene de
ellas. “El libro puede servir también de lección para los hombres”,
explica. “No siempre ha sido divertido, he tenido experiencias que me
han herido mucho”.
Es el caso de algunos personajes que aparecen en la novela, como Philip,
un antipático personaje que no logra conquistar a Salisbury y que se
presenta como “tremendamente orgulloso”. “Hay muchos hombres así, sobre
todo de mi edad. Los hombres mayores sólo hablan de sí mismos. De
su negocio, de su coche, de su equipo de fútbol, de sus éxitos en la
vida… Porque eso les hace parecer más grandes. He pasado noches en
restaurantes en las que no he hablado nada. Como son de otra época,
piensan que tienen más valor los hombres que las mujeres”. Algo que los
diferencia de los más jóvenes, que afirma que se interesan por ella y la preguntan por su carrera, sus viajes y por su vida. “Para Philip, no era más que un juguete”, concluye.
Lo
más importante para ser feliz y mantener tantos amantes, asegura, es no
enamorarse. “Con el amor viene la locura, y eso puede llegar a ser muy
difícil, ya que los jóvenes quieren seguir viviendo su vida, no quedarse
con una única mujer. Hay que pensar que es como un viaje, ellos pasan
por tu vida. Si te diviertes, bien, y cuando se marchan, tienen que dejarles que se vayan.
Ellos tienen su vida por delante, yo no”. A pesar de ello, asegura que
sigue viéndose con algunos de sus antiguos amantes, y con otros mantiene
una cordial relación de amistad. “Me alegra, porque eso quiere decir
que signifiqué algo en sus vidas”.
El hombre ideal para la mujer veterana
Sumergirse en los diferentes capítulos de Sextraordinaria
–uno por cada hombre, y hay 21– no es sólo hacerlo en una novela de
tintes eróticos, sino también en la psique de una mujer que sabe muy
bien lo que quiere (y lo que no). ¿Cuál es la virtud que ha de tener un
hombre para conquistar a Salisbury? “Ser un poco romántico. Las mujeres
somos como flores, necesitamos agua, aunque sea una gota. Con un piropo, aunque sea decir ‘me gusta tu pelo hoy’, podemos florecer. Es muy importante para nosotras, aunque muchas veces los hombres no se den cuenta”.
Wendy también tiene claro lo que no quiere, como se pone de
manifiesto a lo largo de la novela: “Un hombre que no me respete. La
vida suele dar más poder y responsabilidad a los hombres, pero las
mujeres también tenemos valor aunque seamos amas de casa y no trabajemos
en una oficina. Sin embargo, cada vez hay más mujeres en puestos
importantes”. Y que pueden elegir entre un mayor número de hombres; ver a
alguien como ella con un chico joven no impacta tanto como hace 30
años. “Antes, la mujer tenía que estar con un hombre entre dos y siete años mayor que su pareja,
es lo que se esperaba. Además, ahora vivimos más tiempo, por lo que hay
cada vez más mujeres divorciadas o cuyos maridos han muerto. ¡Así que
hay que hacer algo con todo ese tiempo libre!”
A pesar de la aceptación que existe por parte de la sociedad a la sexualidad femenina (“leer en el metro Cincuenta sombras de Grey
es ahora como exhibir una insignia”, opina Salisbury), la veterana
amante sigue viéndose discutida por los amigos de su edad. “Me dicen que
tengo que controlarme y encontrar un hombre de mi edad. ¿Qué broma es
esa? Todas ellas quieren estar en pareja, pero yo soy distinta. ¡Me divierto tanto que no quiero parar!
He tenido dos matrimonios y dos divorcios, y sé bien lo que estar con
una persona. Quiero tener libertad y más vida social”. Pero, ¿qué opinan
sus hijas de esto? “No han querido leer el libro. Las dos están casadas
y me han dado cinco nietos. Veo que no siempre son felices, algo que
ocurre con todas las relaciones. Mi madre tampoco lo quiso leer, estaba
orgullosa de que lo hubiese escrito pero no de su temática”.
Del Cordobés a George Harrison
La vida de Salisbury no ha sido, desde luego, común. Perdió la virginidad con Manuel Benítez, “El Cordobés” y alternó con los Beatles y los Rolling Stones en el bullicioso swingin’
London de mediados de los sesenta. “Por aquel entonces, Londres era la
capital del universo en lo que respecta a la música. Conocía a un amigo
que tenía relación con la industria musical y me presentó a los Beatles.
Salí muchas veces de fiesta de ellos, estaban siempre rodeados de
chicas”. ¿No intentó ligar ninguno de ellos con la joven Wendy? “Sí, George Harrison, pero yo prefería a John Lennon. Era muy diferente a los demás, pero estaba casado, aunque sus managers
no querían que se supiese, para mantener la ilusión entre las chicas de
que algún día podrían estar con él. Sigo manteniendo el contacto con Ringo Starr, que vive en Mónaco”.
¿Cómo recuerda aquellos años en los que se enamoró del torero, más de
medio siglo más tarde? “Lo conocí en 65, cuando trabajaba como
intérprete de Dominique Lapierre y Larry Collins, que habían editado …O llevarás luto por mí. Viajamos durante unos seis meses con el Cordobés y su cuadrilla. Yo tenía 19 años, y ya era aficionada a los toros. Supongo que me enamoré. Era un tío con mucha personalidad. Era una figura tan grande que tenías que interesarte necesariamente por él”.
Pero
a pesar de la fogosidad de aquella primera experiencia, su vida sexual
pronto encontró un freno cuando se casó por primera vez. “Al volver a
Inglaterra, me casé con 21 años, y no me separé hasta los 42. Así que
estuve casada durante toda mi juventud, fueron matrimonios difíciles y
poco felices. Cuando me divorcié empecé a vivir la vida al revés, porque estaba soltera pero ya no era joven”.
De
hecho, Salisbury considera que no fue hasta los ochenta cuando comenzó a
experimentar de forma más activa con el sexo. “En los sesenta, a pesar de la libertad sexual, era joven y no me atrevía a hacer muchas cosas”.
A pesar de ello, la autora, que también trabaja como anticuaria, no
cree que las mujeres deban seguir necesariamente su modelo, aunque le
haya funcionado. “Mi vida no es la de todas las mujeres. Unas no
quieren, otras no se atreven o no tienen confianza…” De una cosa sí está
segura: de que no espera ya ningún gran amor junto al cual pueda
envejecer. Porque lo que importa en el amor, según Salisbury, es “no
tener las expectativas muy altas”.
Fuente: El Confidencial