Cuando a comienzos de este año fue publicado el primer volumen de la ahora archiconocida saga de libros eróticos Cincuenta sombras de Grey (Grijalbo) poco podía sospechar su autora, E.L. James,
que iba a convertirse en uno de los fenómenos editoriales más
importantes de los últimos tiempos. Ríos de tinta han corrido para
explicar por qué una novela de este cariz ha conocido tal éxito, pero
una de las razones más apuntadas es que es capaz de proporcionar, desde
la comodidad del salón del hogar familiar, un nuevo horizonte de
fantasías que en mucho casos ponen un poco de pimienta y fantasía a una vida sexual marcada por el ritual diario (o semanal o mensual, en los peores casos) y el sota, caballo y rey de cada incursión en la cama.
La
monotonía, la costumbre, el tedio, el aburrimiento, la falta de
sorpresa… Todos ellos son factores que contribuyen de manera negativa a
que el acto sexual, tanto entre matrimonios como entre parejas que
llevan mucho tiempo juntas, termine convirtiéndose en parte de la misma rutina que fregar los platos, limpiar la casa o preparar la cena.
Este tema, como no podía ser de otra forma, ha sido objeto de multitud
de libros de ayuda, entre los que se encuentran entre muchos otros Seven Week to Better Sex de Domeena Rershaw, The Great Sex Weekend: a 48-hour Guide to Rekindling Sparks for Bold, Busy or Bored Lovers de Pepper Schwartz y Janet Lever (Perigee Trade), 365 Ways to Improve Your Sex Life (Plume ) o Sex Matters for Women
(The Guilford Press), redactado por tres terapistas sexuales de la
Universidad de Michigan, que aunque sugieren un gran número de tácticas,
comportamientos y actitudes a las parejas para darle un nuevo empujón a
sus vidas sexuales, la mayor parte de ellos pueden resumirse en unos
pocos consejos. A continuación recogemos algunas de las líneas generales
que la mayor parte de estos estudios proponen, y que recuerdan que lo más importante en la cama es el contexto. Como decía Einstein, para conseguir resultados diferentes hay que seguir mecanismos distintos.
–Explícate. En muchas ocasiones, el problema se encuentra
simple y llanamente en la comunicación. Si nuestra pareja no sabe lo que
está haciendo mal o lo que no es capaz de hacer, difícilmente podrá
ponerle solución, aunque en muchas ocasiones ser explícito respecto a
nuestras necesidades o fantasías nos cueste más de lo deseado. Algunos
terapeutas sexuales señalan que convertirnos en profesores sexuales de nuestro compañero revierte en una mayor felicidad para ambos, que tendrán más claros sus objetivos cuando se introduzcan entre las sábanas.
–Dedícale el tiempo necesario.
Aunque se recuerde una y otra vez, la mayor parte de parejas
–especialmente los hombres– siguen sin darle especial improtancia a los
llamados preliminares, que preparan el terreno para lo que vendrá
después. Entre estos retrasos en pasar a la acción se encuentra, por
ejemplo, postergar el contacto físico un poco más de lo que desearíamos,
por ejemplo, a través de un strip-tease o una conversación
subida de tono. No nos podemos quejar en España: según un estudio
publicado este año por la empresa de preservativos Durex, los españoles
dedicamos 19 minutos de media a los preliminares, y aquellos que dedicaban más tiempo a este asunto manifestaban una mejor felicidad sexual que los que dedicaban menos.
–Piensa en ti mismo.
Como se suele decir, la caridad bien entendida empieza por uno mismo,
lo cual se traduce en términos sexuales en que es mucho más sencillo que
ambos miembros de la pareja queden satisfechos si cada uno tiene claro
sus propios objetivos y se esfuerza en conseguirlos, siempre y cuando no
entorpezcan los del contrario. Debido a que hombres y mujeres funcionan de manera diferente en la cama
y obtienen placer de formas semejantes pero no iguales, intentar
ponernos en el lugar del otro es en muchas ocasiones estéril y altamente
improductivo, por lo que una pizca de egoísmo que a la larga deje
satisfechos a ambos nunca está de más.
–Habla.
Debemos reconocer que cuando la mayor parte de amantes intentan
expresarse de manera sensual o explícitamente erótica, los resultados se
encuentran más cerca de lo hilarante que de lo estimulante. Por eso, es
recomendable ser un poco sutil, encontrar inspiración en alguna novela
erótica, vigilar el tono de voz (¡esos agudos!) e intentar que el asunto
sea un poco divertido. Por supuesto, nada de mentar a otras mujeres,
insultar a la primera de cambio o comportarse como Nacho Vidal (y no nos referimos a sus relaciones con la mafia china. Altamente recomendado: pronunciar el nombre de la pareja en voz alta.
–Vístete.
Después de convivir varios años con una misma pareja, es altamente
probable que el hecho de verse desnudos carezca del encanto de las
primeras veces, así que quizá sea bueno tomar el camino totalmente
opuesto y empezar a vestirse otra vez. Pero no de cualquier manera,
claro está, sino de alguna forma que resulte atractiva para la otra
persona: la lencería y la ropa interior de seda o licra, así como algún
que otro disfraz, pueden ser buenas opciones. En otras muchas ocasiones,
un simple vestido de noche o unos vaqueros ajustados en lugar del esquijama a cuadros pueden ser más que suficientes.
–Sorprende a tu pareja.
Cuando uno comienza a mantener relaciones con una nueva pareja, gran
parte de la excitación de los primeros encuentros se halla en ese factor
de incertidumbre y misterio que los rodea, y debido al cual no sabemos
muy bien qué esperar. En el momento en el que el guion está ya escrito
desde hace años y es conocido al dedillo por ambas personas, nos
sentiremos como si estuviésemos viendo por enésima vez nuestra película
preferida: nos puede gustar mucho, pero ya sabemos cómo acaba. Sin embargo, tan dañino es hacer siempre lo mismo como preparar al detalle lo que debería ser espontáneo.
–Ved películas. Uno ya puede imaginarse a qué tipo nos
referimos: en ocasiones no es mala idea recurrir a un estímulo externo
para espolear nuestra imaginación, y con ella, las ganas de practicar
sexo. Además, por qué no, nos pueden proporcionar ideas, posiciones y
fantasías que quizá no se nos habrían ocurrido por nuestra cuenta. Como
señalan la estadísticas, un 80% del sexo tiene lugar en nuestro cerebro,
por lo que limitarnos a ese 20% meramente físico a lo máximo que puede
conducirnos es a perder unas cuentas calorías (unas 100 de media,
señalan los estudios, hasta 500 para los más fogosos).
–Vete de viaje.
Partiendo de la idea inicial de que el contexto lo es todo, ser capaces
de abandonar las archiconocidas cuatro paredes de nuestro dormitorio y
sustituirlas por otro tipo de estancia (o quizá, el aire libre en mitad
del campo) puede significar un cambio esencial en la manera en que
percibimos a nuestra pareja. Simplemente coger el coche y conducir veinte kilómetros a un cercano hotel
donde no nos observen las fotografías de nuestros familiares e hijos o
la ropa que queda por tender puede marcar la diferencia.
–Mastúrbate.
La ignorancia suele señalar que la autosatisfacción no es más que el
último recurso del hombre (o la mujer) desesperado que no es capaz de
encontrar un compañero sexual, es decir, la herramienta de los
perdedores. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: la mayor parte
de parejas sexualmente satisfechas no han renunciado nunca al onanismo.
Como cada vez más estudios muestran, conocer en profundidad nuestro
cuerpo es esencial para mantener una vida sexual sana, y la masturbación es el complemento ideal a nuestra rutina sexual en pareja. Es lo que señalaba un estudio publicado en el año 2008 en la revista Archives of Sexual Behavior
que tomaba como ejemplo la sociedad británica, las personas que más
relaciones sexuales tenían eran también las que más se masturbaban.
Fuente: El Confidencial