2500 americanos lo cuentan todo
¿Quién se atrevería a contar en público sus experiencias sexuales,
sus fantasías más inconfesables y sus expectativas (carnales) de futuro?
En principio, uno pensaría que no demasiadas. En la realidad, miles de
personas, tal como demuestra la reciente publicación de The Sex Diaries Project: What We Are Saying About What We’re Doing (Wiley), que es el producto de cuatro años de trabajo por parte de su autora, Arianna Cohen,
que ha recopilado los testimonios de más de 2.500 personas aunque, eso
sí, sin reflejar sus nombres y apellidos. Y lo que descubrió tras llevar
a cabo su enciclopédico proyecto es que sus compatriotas son mucho más obscenos de lo que podríamos sospechar.
Y, además, incurren en prácticas que jamás reconocerían haber llevado a
cabo si tuviesen que firmar con su propio nombre: Cohen asegura que el
anonimato de su procedimiento ha permitido que muchos salgan del armario
en lo que se refiere a su vida sexual.
La autora analizó
las respuestas que había obtenido, y llegó a varias conclusiones después
de encontrar “patrones que se repetían una y otra vez”. La primera, que
las parejas suelen tener relaciones sin protección con una frecuencia
inusitada. “A mucha gente le gusta”, señala la autora. También, Arianna pone de manifiesto que la monogamia es mucho menos frecuente de lo que pensamos: una vez nos garantizan que nadie más lo va a saber, solemos manifestar que nos gustaría estar con gente muy diversa.
No se puede negar que algunas de las frases resaltadas por la autora
en el libro son, cuanto menos, desenfadadas. Es el caso de “mi mujer
necesita que deje de tener relaciones con mi novia, y creo que me voy a
poner con ello esta semana”, pero también otras afirmaciones como
“cuando ligas en la red, es una tontería poner todos los huevos en la
misma cesta” o “mi momento preferido del día es cuando mi novia se ducha
y me deja por fin el ordenador libre”. En definitiva, el anonimato parece convertirnos en unos bocazas sin prejuicios.
Las lecciones que los diarios nos dan
Una
de las principales tesis que Cohen extrajo de su estudio fue que cada
persona tiene su propia manera de vivir la sexualidad, y que las reglas,
por mucho que parezcan dirigir nuestro comportamiento, no están
escritas en lo que concierne al sexo. “Puedes hacer lo que quieras”,
afirmaba la autora en el Huffington Post,
siempre y cuando seas feliz con ello: o ser monógamo, o ser promiscuo, o
ser asexual. La apertura de la sociedad ha permitido que todas estas
tendencias tengan cabida. Además, señala que se ha dado cuenta de que
“las parejas funcionan como las empresas”, y que al igual que en ellas, hay que compartir los mismos objetivos y metas para que la relación funcione a largo plazo.
Lo
que la autora también reconoció en su estudio es que la mayor parte de
relaciones se planean mucho más de lo que pensamos, aunque sea de manera
inconsciente. La diferencia entre aquellos que eran felices con su vida
sexual y los que no lo eran se encontraba precisamente en ese punto: si
tenías las cosas claras, y sabías seleccionar bien tu compañía a partir
de un criterio bien definido, tu vida sentimental iba a ser plena.
Establecer unas prioridades y perseguirlas cueste lo que cueste es
crucial en este sentido. Si por el contrario, no lo haces, y te
conformas “con lo primero que pasa por delante de tus ojos”, vas a ser
muy infeliz. Palabra de Arianne Cohen.
Igualdad de costumbres en los géneros
“Los
hombres y las mujeres se parecen más de lo que creemos”. Esta es otras
de las ideas recogidas en el libro, que llevó a Cohen a afirmar que
había que olvidarse de “toda esa basura de Venus y Marte”. En realidad,
ambos sexos buscan lo mismo en sus compañeros sexuales: “Son
completamente indistinguibles”, asegura. Es más, debido al anonimato de
sus consultados, en muchas ocasiones no fue capaz de averiguar cuál
era el sexo del escritor de alguno de los testimonios que habían
recibido hasta bien avanzada su lectura. No sólo sus emociones son
muy parecidas, asegura la periodista británica, sino que además las
expresan por escrito de manera muy semejante. Salvo en un detalle: los
chicos consumen mucho porno, según descubrió Cohen, la única gran
diferencia respecto a las mujeres. ¿Pero de verdad hacía falta un libro
de 300 páginas para recordárnoslo?
De lo que no están al margen ni unos ni otros es de dejar que el sexo
influya de manera importante en nuestra vida sentimental: después del
coito, tendemos a querer más a nuestra pareja, o a mostrarnos más
inclinados a sentir atracción emocional por nuestro compañero sexual.
Otro mito que contribuye a derribarse en el ensayo es que los teléfonos
han mejorado nuestra vida sentimental. Pues nada de eso, dice Cohen: en
todos sus testimonios, no ha sido capaz de encontrar ni un solo caso en el que un problema se haya solucionado gracias a los adelantos tecnológicos.
Todo lo contrario, la falta de contexto sólo contribuye a agravar los
problemas. Así que piénsatelo dos veces antes de agarrar el móvil para
mandarle un mensaje a tu pareja.
Una enciclopedia inagotable
Los
testimonios de todas las personas que hablaron con Cohen, que suelen
materializarse en el relato de una semana de su vida basada en una
experiencia o fantasía sexual, se pueden consultar en la página web del proyecto,
donde una búsqueda somera nos recuerda que la gente tiene relaciones
mucho más peculiares con el otro sexo de lo que cabría esperar. Una de
las fantasías más recurrentes expresada por los colaboradores es,
precisamente, tener una relación fuera de la de su pareja actual, que
consumada o no, casi siempre aparece en todos los relatos. Pero
también aparecen mujeres que reconocen sentirse atraídas por los judíos o
“un director de cine asexual que aún no sabe que lo es”, en palabras de
la propia autora.
Tal ha sido el éxito de este proyecto
editorial que probablemente gozará su adaptación en la pequeña pantalla,
ya que como se anunciaba hace apenas quince días, la ABC ha comprado
los derechos, y el guionista Tom Spezialy (de Mujeres desesperadas) será el encargado de escribir la adaptación. Por su parte, Cohen afirma haber llevado ya a la práctica varias de las enseñanzas que recibió de sus miles de consultados,
y tampoco parece haberle ido mal. Por lo menos, ya sabe a lo que
atenerse: como gusta de recordar en cada entrevista, la idea más
importante que nos descubre dicho libro es que, a pesar de que el decoro
y las reglas sociales nos obliguen a callarnos determinadas cosas, hay
casi tantas concepciones del sexo como personas hay en el mundo.
Fuente: El Confidencial