viernes, 17 de mayo de 2013

Los comportamientos femeninos que los hombres suelen detestar

Atención, terreno minado. La guerra de sexos parece ser un tema de conversación tan frecuente como anticuado, dado que las últimas décadas han visto cómo hombres y mujeres han conseguido comprenderse un poco mejor (aunque no demasiado). Ello no implica que no existan determinados puntos en los que ambos géneros sigan sin ponerse de acuerdo, especialmente en lo que concierne a aquellos comportamientos que unos perciben como algo que entra de dentro de lo normal y otros, como algo particularmente enojoso. Que los hombres y las mujeres perciban y conceptualicen la realidad de manera diferente es un factor importante, pero también lo es la forma en que ambos han sido criados y educados. 
Hace días, publicábamos los resultados de una encuesta que reflejaba cuáles eran los comportamientos frecuentemente adoptados por los hombres que resultaban más inaguantables para las mujeres. Hoy, revisamos cuáles son, según una encuesta realizada entre más de 2.000 hombres, los comportamientos femeninos cuya eliminación reportaría una mayor felicidad masculina.
  • Decir “estoy bien” cuando está claro que no es así. Era una de las acciones que hacían perder la cabeza a más del 40% de los hombres consultados, y la primera en el ranking presentado en la investigación. Más allá de estereotipos habituales sobre lo masculino y lo femenino, lo que es cierto es que por lo general las mujeres tienden a utilizar un lenguaje más eufemístico y a relativizar la gravedad de sus problemas con el objetivo de mantener la estabilidad de la pareja, al menos en el corto plazo.
  • Hablar demasiado. Quizá el polo exactamente opuesto del punto anterior, aunque sea compatible con este. Como han puesto de manifiesto diversos lingüistas, cuando el hombre abre la boca suele tener en mente un objetivo mucho más concreto que en el caso de las mujeres: se trata de una utilización más operativa del lenguaje. Por el contrario, el lenguaje de las mujeres es mucho más expresivo y relacionado con las emociones que el del hombre. Lo cual implica, por ejemplo, que manifestar que una se encuentra perfectamente puede implicar todo lo contrario, en cuanto que esta negación da pie a un proceso de tira y afloja que exige la participación emocional del hombre. Pero también, que debido a que la conversación no tiene un objetivo claro como el caso masculino, que esta pueda prolongarse durante más tiempo del necesario.
  • Preguntar a la pareja en qué está pensando. Una idea que puede explicarse gracias a lo expuesto en el punto anterior –es decir, a los hombres les gusta ir al grano, así que no les preguntes sobre cuestiones tan generales– pero también por su falta de seguridad a la hora de hablar de sentimientos. Nos hemos criado en una sociedad en la que el hombre no puede sentir dudas o miedo, por lo que si es esto lo que está pasando por su cabeza cuando le preguntas, es probable que no quiera confirmarlo.
  • Vencer en una discusión por ponerse a llorar. La experiencia nos dice que cuando las emociones a flor de piel hacen acto de presencia, tanto en forma de reproches exacerbados como de un río de lágrimas, resulta muy complicado reconducir la conversación a unos cauces más cabales. En muchas ocasiones, los hombres interpretan las lágrimas de su pareja como una especie de chantaje emocional que les señala que no sigan insistiendo si no quieren hacerle aún más daño, por lo que la resolución del conflicto es postergada (a veces, de manera altamente perjudicial).
  • Nunca decir “lo siento”. En el último puesto de la lista de las cinco cosas que más molestaban a los hombres se encontraba esta, que apela al orgullo tanto de hombres como de mujeres. Para todos es complicado, en un gran número de casos, pedir perdón por un comportamiento incorrecto. Sobre todo si estimamos que somos nosotros los que tenemos la razón y ha sido nuestro contrario quien se ha equivocado.
  • Que piensen que sólo quieres sexo. Esta misma semana, Angela Lansbury se manifestaba de manera muy dura con sus compañeros del sexo opuesto. Seguramente la veterana actriz se encuentre muy equivocada, ya que como muestran los resultados de la encuesta, los hombres detestan que se piense que todo su comportamiento está determinado por la intención de conseguir sexo con la mayor premura posible. Y, por eso, aprecian a las mujeres que son capaces de entender que ellos también tienen sentimientos.
  • Que no les tengan respeto. En For Women Only: What You Need to Know About the Inner Lives of Men (Multnomah Publishers), la escritora Shaunti Feldhahn se introdujo en las mentes de mil hombres diferentes, a quienes interrogó sobre lo que realmente les preocupaba. Y se encontró con que una de las posibilidades que más inseguridad les causaba en lo referente a la estabilidad de su vida en pareja es la de que sus mujeres pudiesen dejar de admirarlos, o de sentir confianza hacia ellos. Es más, preferían que les quisieran menos a que dejasen de respetarlos. Normalmente, los hombres que sentían más vida durante su vida en pareja eran aquellos que se sentían maltratados por su pareja.
  • La vanidad. Por lo general, la mayor parte de los hombres coinciden en que les gusta que sus parejas mantengan una buena apariencia que las haga deseables. Pero, al mismo tiempo, la apariencia física se convierte en un problema cuando eclipsa todas las otras posibles virtudes que una persona puede tener. En ese punto, la vanidad y dar una importancia excesiva al aspecto exterior, sobre todo cuando esto se traduce en la crítica continua a otras mujeres, puede provocar el rechazo masculino.
  • Nagging. Un estudio publicado recientemente en el Journal of Family Psychology alertaba de las graves consecuencias que puede tener que los miembros de una pareja sean demasiado insistentes con su compañero a la hora de realizar las tareas del hogar. En concreto, las personas que sufren más problemas en su matrimonio suelen mantener un 20% más de interacciones negativas que aquellas cuya relación marcha viento en popa. Y una de las manifestaciones más claras de esta comunicación peligrosa es el nagging, es decir, la “insistencia” o “pesadez” por cambiar las conductas de la pareja.
Fuente: El Confidencial