martes, 21 de mayo de 2013

El sexo y el deseo vistos por el cine

Hoy vamos a abordar un tema que no pasa de moda: el sexo. Y lo vamos a hacer con un poquito de seso. Es tan amplio el tema; se ha escrito, pensado, hablado y practicado tanto, que no me queda más remedio que limitarme a dos conceptos: “sexo y deseo”. Y para hacerlo, me voy a basar en una película estupenda Las Sesiones, del director Ben Lewin. Él mismo es el guionista que narra la historia de Mark, un joven poeta y periodista que a la edad de 12 años sufre una enfermedad terrible, poliomielitis, que le dejará paralizado y sujeto a un pulmón de acero durante el resto de su vida. A Mark no le funcionan las piernas, los pulmones, los brazos… pero sí le funciona su pene y, lo que es aún más importante, su cerebro.A sus 38 años decide perder su virginidad.

La sexualidad es un gran invento del ser humano. Hemos logrado mantener relaciones sexuales no sólo para reproducirnos, sino también para aplacar la angustia, para relajarnos, para evadirnos, para disfrutar, para humillar, para gozar, para sufrir… El sexo es un cajón de sastre donde se van guardando gran variedad de cosas.
Cuando Sigmund Freud escribió sobre la sexualidad infantil, la sociedad victoriana se sobresaltó. “¿Cómo era posible que un niño tuviera sexualidad?” Eso era prácticamente una chaladura impropia de un doctor. Generalmente se hace incomprensible este concepto freudiano porque se confunde sexo con genitalidad. Esta última es una parte de la sexualidad y se desarrolla en la adolescencia. La sexualidad es muy amplia e invade muchos más aspectos de la vida cotidiana de lo que pensamos.
Mark tiene un gran apoyo en el padre O´Brien, que más que un confesor, es un amigo y un cómplice. En una de sus muchas charlas Mark le dice que su pene le habla. Es curioso, “¡por fin encontramos un pene parlante!” El pene de Mark no sólo actúa, sino que habla, y lo que es más sorprendente, su propietario le escucha. Por ello decide dignificar su sexualidad.
Hasta ese momento Mark sólo ha sentido las manos de una mujer cuando lo lavan, lo visten y asean. Y, como si se tratase de un bebé, siente el placer y la excitación concomitante al acicalamiento que lleva a cabo generalmente la madre con su hijo. Pero a diferencia de un bebé, Mark siente vergüenza cuando su pene sufre una erección.   
Mark se entera de que hay un programa que ayuda a personas con dificultades físicas a iniciarse en la sexualidad a través de una terapia de sustitución sexual o sexo subrogado. En un momento Cheryl, la terapeuta sexual de Mark, le dice que a ella le gusta el sexo. Lo que está claro es que Cheryl adopta una actitud físicamente activa, lo que se ha asociado con lo “masculino”. Mark mantiene, a la fuerza, una actitud físicamente pasiva, asociada con lo “femenino”. Sin embargo no se le percibe como un sujeto pasivo, muy al contrario. La razón es que por todos sus poros transmite deseo.
Durante décadas se ha vinculado pasivo a femenino y activo a lo masculino, basándose en una reproducción burda del acto puramente sexual, y en la cosificación y subyugación del débil. La mujer, hasta muy avanzado el siglo XX, no adquirió el reconocimiento del derecho a disfrutar sin ser juzgada de “guarrilla” o “libertina” en el mejor de los casos. Los hombres eran masculinos y activos. Por el contrario, las mujeres eran femeninas y pasivas.
Hoy día la diversidad sexual nos ha venido a demostrar que el cuerpo no tiene nada que ver con la opción sexual y que en el cuerpo de un varón o una mujer puede habitar un sujeto femenino o masculino indistintamente y, además, adoptar actitudes sexuales pasivas o activas según se haya constituido su deseo.

El deseo es algo que empieza en uno mismo y, en el mejor de los casos, se comparte con otros. Si una persona no pone en funcionamiento su deseo puede estar practicando sexo horas con el personaje más sensual y guapetón del planeta y estar “fuera de juego”, haciendo esfuerzos por conseguir o aplazar un orgasmo. En el sexo no se trata de llegar a la meta, sino que como en cualquier buen viaje, disfrutar del trayecto es lo fundamental. Es importante señalar que no siempre un buen trayecto es equivalente a largo recorrido. Durante mucho tiempo, llevados por la rapidez eyaculadora de algunos hombres, se ha entendido que para que exista un sexo de calidad hay que estar horas practicándolo. No hay que olvidar que los  trayectos cortos, en ocasiones, son estupendos. 
Pero, ¿qué es el deseo?
El deseo es personal e intransferible, es muy difícil hablar de él, podemos sentir un anhelo, una emoción, podemos querer conseguir algo concreto. Pero lo que provoca el deseo es tan etéreo como el aire que respiramos, por eso resulta tan difícil nombrarlo, se nos escurre entre los dedos y escapa de nuestras manos.
Sin embargo, deja su huella y a través de ella intentamos atraparlo mediante una imagen, una palabra, una escena, una postura… Lo malo es que confundimos el deseo con la huella y creemos que es ésta última la que nos excita y conmueve.
Es normal que esto ocurra porque una imagen determinada puede llevar a un sujeto al éxtasis, pero no tenemos que olvidarnos de que esa imagen nos conduce a encontrar parte de nuestro deseo, pero no al deseo en sí mismo.
Es importante tomar en cuenta este matiz porque, si bien estos recursos sexuales ayudan a disfrutar, no son definitorios. Si una postura se practica habitualmente, porque resulta “súper excitante”, lo normal es que pasado un tiempo no surta el efecto al que estamos acostumbrados y eso es porque la repetición desgasta y agota la huella del deseo. Es entonces cuando algunas personas se frustran. En ocasiones se puede llegar a pensar que se sufren problemas sexuales o que la relación de pareja ya no funciona.

¿Por qué tiene tanta importancia el sexo en nuestras vidas? 
El deseo sexual se sustenta en una necesidad básica del ser humano: el instinto de reproducción. Este instinto va unido al de supervivencia, sin él la especie desaparecería. Ahora bien, la necesidad de alimentarnos es también prioritaria y, sin embargo, no ha sufrido las mismas restricciones. Se ha regulado la forma, horario y lugar donde comer y donde adquirir los alimentos. Pero en cualquier momento podemos comprar un bistec y nadie nos mira mal por ello.Comer es una actividad que se puede hacer por la calle, a plena luz del día, nadie nos va a juzgar por comer un bocadillo públicamente.
Sin embargo, el sexo ha sido objeto de múltiples y variados tabús a lo largo de la historia. Es más, parece que sin cierto grado de misterio pierde intensidad.
El sexo es un juego que se empieza en la más tierna infancia. Comenzamos a disfrutar de los placeres de la vida, rodeados del abrazo cálido de nuestras madres, del cuidado y atención que nos prodigan. El bebé está completo, sólo necesita llorar para ser atendido en sus necesidades más elementales, la madre pone palabras a sus necesidades, “el niño tiene frío”, “el niño tiene hambre”, “al niño le duele la tripa”… y lo curioso es que suele acertar, o al menos eso parece, porque el 'peque' cuando es atendido generalmente deja de llorar. Esta etapa acaba y el niño adquiere independencia y autonomía, pero el pequeño seguirá insistiendo en recibir las atenciones a las que estaba acostumbrado. Este deseo persiste a lo largo de la vida, todos queremos ser exclusivos y atendidos y en ocasiones adivinados por nuestras parejas.
La película El imperio de los sentidos del director japonés Nagisa Oshima narra la historia, basada en hechos reales ocurridos en 1930 en Japón, de la relación sexual entre una mujer y un hombre. Su relación se lleva al límite donde el placer desaparece dando lugar al goce. Cuando se entra en este terreno, ya no existen límites a los deseos, lo que prima es complacerse sin restricciones sin tomar en cuenta nada ni a nadie. El tema es muy ilustrativo porque en esta búsqueda de capturar al otro, de hacerle “suyo”, él autoriza a su amante para que lo estrangule durante el coito con el fin de excitarse más. Ella, después de darle muerte, le corta los genitales y con su sangre escribe en el pecho de él: “Sada y Kichi ahora uno”.

¿Realmente se consigue ser uno con el otro a través de la muerte?
Estos amantes en su búsqueda del éxtasis recorren un camino sin retorno, y toman una dirección equivocada. Ellos intentan satisfacer su deseo de unidad, de plenitud total, pero no lo logran porque el deseo nunca llega a satisfacerse, tan sólo se cumple. Y es que el deseo es muy travieso y no se define, no tiene un objeto concreto que le complazca. En términos lingüísticos funciona de forma metonímica. No se condensa como una metáfora, se dispersa y se amplía indefinidamente.
¿Os habéis dado cuenta que nunca estamos satisfechos con lo que tenemos? ¿Que siempre queremos otra cosa? Conseguir calmar y disfrutar del deseo exige un esfuerzo madurativo  por parte de las personas. Ahora ya podemos decir que, al igual que Cheryl es la subrogada de una mujer, en algún aspecto el sexo es un subrogado del deseo.
Al salir del cine me pregunté: ¿pero qué es Cheryl? ¿Santa, puta o terapeuta?
¿Una Santa que ofrece su cuerpo para que otros puedan mejorar su vida sexual?
Está claro que no va a ser subida a los altares por su actividad profesional, luego Santa no va llegar a ser.


¿Una puta?
Cheryl es una mujer madura, casada y con un hijo, su vida parece estable y feliz. Es terapeuta sexual, profesión que puede llevar a errores, de hecho durante el primer encuentro con Mark tiene que explicarle que ella no es una puta aunque reciba dinero de sus clientes y aunque practique el sexo con ellos. Y no lo es porque ella no se vende, solo utiliza su cuerpo y sus conocimientos para ayudar a las personas con problemas sexuales.
Y hay una razón que Cheryl no ha nombrado y que me parece determinante: no está colocada en el lugar de puta. Pero el tema de los lugares mejor lo dejamos para otro momento, es tremendamente divertido e interesante. A modo de mini resumen os diré que todos actuamos de forma distinta con el jefe, con los amigos, con los padres… y que estos comportamiento nos van a otorgar una posición en relación a los demás. Los lugares que ocupamos refuerzan o anulan la autoestima y el reconocimiento social. Así que Cheryl no es puta.
Tal vez es ¿una terapeuta?
Etimológicamente la palabra terapia viene del griego. Se considera un tratamiento para combatir una enfermedad.
Hay multitud de terapias: risoterapia, mesoterapia, fisioterapia, aeroterapia, musicoterapia, psicoterapia, radioterapia, quimioterapia, aromaterapia y no continúo porque la lista es, en la actualidad, larguísima. Hoy día mueves un dedo y si lo patentas seguramente podrías crear la “dedoterapia”. 
Creo necesario que la palabra terapia se utilice con alegría pero sin frivolidad y con mayor rigurosidad. No hay que confundir un tratamiento que ayuda a curar a las personas con las herramientas y técnicas que se utilizan para conseguirlo.
Pero el colmo es llamar a Cheryl terapeuta sexual. Un terapeuta no puede ponerse a disposición de un paciente, tiene que mantener una distancia de protección por el bien del paciente y por el del profesional. ¿Cómo puede una persona curar a otra si está implicada en el problema? ¿Un médico suele operar a sus hijos? ¿Un psicólogo trata a su madre? Es evidente que no.
En ninguna de las terapias conocidas como tales el terapeuta se desnuda nada más entrar en contacto con el paciente y mantiene relaciones sexuales con él. Si así fuera seguramente las consultas estarían llenas.
Cheryl forma parte de un programa de ayuda sexual a personas con dificultades físicas. Un programa que debería proliferar por ser un proyecto maravilloso. Sin embargo, ella no es la terapeuta. En todo caso ayudará a la terapia y al terapeuta en su labor. Cheryl es una sustituta sexual.
Se me ocurre que con el fin de no llevar a equívocos sería muchísimo mejor que el Programa pagara a este tipo de profesionales y no fuera el paciente el que tuviera que hacerlo. 
Así que Cheryl no es santa, ni puta, ni terapeuta.
Para concluir, os diré que el sexo es un juego muy serio que puede llegar a ser muy divertido o terrorífico. En él siempre hay algo arriesgado y primitivo que se escapa a la conciencia y que resulta imposible silenciar. Y es así porque  nuestro instinto es propio de nuestra naturaleza y, por más que intentemos apartarnos de nuestro origen, seguimos siendo hijos de la tierra, estamos hechos de sus mismos materiales, somos polvo de estrellas.  
Fuente: El Confidencial