lunes, 6 de mayo de 2013

Centímetros de fantasía



Abstraernos de nuestro propio cuerpo, y olvidar los mecanismos que éste posee para responder a todo tipo de estímulos, equivale a ir creando pequeñas barreras que van deteriorando diversas pautas de manifestaciones sexuales. Y, llegado el momento, muchas mentes se congestionan de pensamientos que arrastrarán sus lodos cuando se enfrenten en el plano real al cumplimientos de sus deseos. 

Disociándonos del mapa que llevamos grabado tan visiblemente, la imaginación nos guiará a ese mundo ilusorio donde puede suceder de todo, preferentemente en los sueños de los hombres, en los que un inmenso proyectil les lanza a “trabajar” sin descanso sobre infinidad de cuerpos desnudos que esperan ansiosos la llegada de su fantástico miembro, que, además, aumenta en tamaño y fortaleza con cada nueva incursión.

Unos centímetros de más son la respuesta a una preocupación sexual que esconde la limitada capacidad de goce con la que se enfrenta el hombre. Curiosa respuesta que sigue la pauta narcisista de preocuparse de su propio encantamiento, olvidándose nuevamente de demandar a la otra persona, cuáles son y en qué consisten otras preocupaciones de mayor trascendencia (pero en este caso no de mayor envergadura) y que le ayudarán a mitigar sus sofocantes periodos de espejismo e invención. 

No significa esto que proclame mi negativa a la capacidad de crear mundos alucinantes y sus respectivas fantasías sexuales. Muy al contrario, se ha de hacer todo lo posible para impedir que la rutina se instale en nuestras acciones (en todas sin excepción), evitando si es factible ser prisioneros de un invento que no lleva a buen puerto. Y, lógicamente, no creo que sea buen invento cargar con un pene de dimensiones extraordinarias (qué fatiga).

Convertimos, pues, la sexualidad, en algo sensacional, empeñados en mostrar un código de poder y autoridad con la imagen guerrera de la fuerza de un arma, desafiante y evocador de un largo litigio que mantiene el hombre consigo mismo. 

La mente ha de renunciar a esa imagen para que no topemos con frustraciones ni temeridades, para que tanta magnitud no determine los encuentros sexuales, que obligan a muchos a intentar realizar proezas que poco tienen que ver con el placer, y que bien pueden solventarse con un tarro de leche condensada.

Termino con unas palabras que bailaban alegremente en un libro que me mantenía despierto, y que me recordó que aún no había escrito sobre ello:

AVISO A TODOS LOS PREOCUPADOS: La dimensión del pene carece de importancia.

Las erecciones masculinas normales varían de 15 a 17 centímetros. Pero es absolutamente ridículo sentirse psicológicamente disminuido si tu pene no alcanza, completamente erecto, más de 12 ó 13 centímetros. Repetimos que no importa tanto la dimensión del objeto como el uso que se hace de él. Y, por tanto, carece de toda gravedad que el órgano erecto no supere los 8 ó 9 centímetros (lo que sigue siendo muy honorable), y tampoco debes sentir la menor alarma si tu verga hinchada sólo mide 5 centímetros ó 4 ó 3 ó 2. Y si tu pene no supera los 50 milímetros ó 1 centímetro, su talla en tal caso carece en absoluto de toda importancia.

escargot@euskalnet.net