La llamada teoría de los seis grados de separación es bien conocida.
Acuñada por primera vez durante los años treinta por el escritor húngaro
Frigyes Karinthy en uno de sus cuentos (y desarrollada más tarde por el psicólogo de la Universidad de Yale Stanley Milgram),
la teoría señala que, debido a que el número de personas que conocemos
crece exponencialmente en cada nueva relación que hacemos, podemos
asegurar sin riesgo a equivocarnos que, con una máxima diferencia de
seis personas, estamos en contacto con toda la humanidad. Se trata de una idea popularmente aceptada, por mucho que sea difícil comprobarla efectivamente.
Dicha hipótesis fue revisada de forma irónica durante los años noventa bajo el nombre del Número de Kevin Bacon. Con motivo de la promoción de Río salvaje (The River Wild, Curtis Hanson,
1994), el actor aseguró que había trabajado con todos los actores de
Hollywood o, al menos, conocía a alguien que hubiese trabajado con
ellos. Siguiendo la idea de Karinthy, los aficionados al cine se
lanzaron a relacionar cualquier actor del mundo con Bacon y descubrieron
que, efectivamente, ninguno de ellos se separaba en más de seis grados
del protagonista de Temblores (Tremors, Ron Underwood, 1990). Siguiendo esa misma lógica, un grupo de británicos se ha propuesto hacer lo propio, pero con nuestra vida sexual, lo que ha arrojado resultados curiosos.
Una simple cuestión de aritmética
Lloyds Pharmacy, una empresa farmacéutica inglesa británica, ha diseñado una sencilla pero útil calculadora para que sus compatriotas adivinen de qué manera está conformada su red
de encuentros sexuales. Y, aunque la motivación primigenia de la
propuesta sea eminentemente la de concienciar a la población sobre la facilidad de la transmisión de las enfermedades sexuales, resulta divertido echar un vistazo a los datos estadísticos que proporciona.
Las variables que ha de introducir el inquieto usuario son las de
género, edad y número de parejas sexuales que ha tenido a lo largo de su
vida (allá cada cual si quiere mentir o decir la verdad). Dependiendo
de estos datos, los resultados serán unos u otros, pues existen
diferencias entre sexos y también entre brechas de edad, ya que no es lo
mismo, por razones obvias, tener 20 años que sesenta. La media de parejas que ha tenido cada británico se estima que son unas ocho –unas
nueve para los hombres y 6.3 para las mujeres; algo no encaja–, un
número que, elevado a la sexta potencia, daría que la media de la red
sexual estaría formada por unas 262.144 personas.
Así, un joven de 27 años que haya tenido ocho partenaires de
su misma edad tendrá una red de algo más de un millón de compañeras
sexuales indirectas. Pero si se cambian los datos y nos preguntamos por
los resultados que arrojaría un hombre de 50 años que haya sido fiel a
su pareja desde los quince años, la red sexual formada por sus seis
grados de separación sería de unas 70.000 personas. Una cantidad
sensiblemente menor, aunque no esté nada mal, y que nos hará mirar con otros ojos a los que nos rodean.
¿Una leyenda urbana?
Esta
calculadora no trascendería lo anecdótico si no fuese porque Inglaterra
se encuentra en uno de sus peores momentos en lo referente a las ETS
(Enfermedades de Transmisión Sexual). Los datos proporcionados por la
Health Protection Agency muestran que la franja de edad que comprende
entre los 15 y 24 años es la más sensible a este tipo de problemas, ya
que en ella se da el 57% de las afecciones de gonorrea y el 56% de otro
tipo de diagnosis. En concreto, los casos de “gonorrea incurable” han aumentado hasta un 25% en el último año,
un dato particularmente negativo que las autoridades sanitarias
británicas se han propuesto atajar como sea. Tanto más, cuando desde
1990 las enfermedades de transmisión sexual han aumentado en un 76%
debido a la menor utilización de preservativos, hasta un 26%. Por eso,
cualquier herramienta, por banal que pueda parecer, nos puede ser de
utilidad.
Banal o inútil. Judith Kleinfeld, de la
Universidad de Alaska Fairbanks, se propuso revisar el célebre
experimento de Milgram enviando cartas a diferentes personas hasta que
llegasen a algún desconocido que viviese en otra ciudad, para lo cual
debería haber de media unos seis pasos. Kleinfeld se encontró con que
más del 95% de las cartas enviadas nunca llegaron a dichos
destinatarios, desmintiendo radicalmente el experimento original,
en el que Milgram aseguraba que el mundo era más pequeño de lo que
pensábamos. Ello llevó a Kleinfeld a afirmar que podría tratarse del
“equivalente académico de una leyenda urbana”. Un último experimento
publicado en la revista Science señaló que, en realidad, la
capacidad de conectar o no con otras personas depende enormemente de los
incentivos económicos que existan para hacerlo, por lo que es muy
difícil conocer con exactitud las relaciones que mantenemos con toda la
población mundial.
Fuente: El Confidencial