Décadas después de la liberación sexual que comenzó en los sesenta,
de la liberación de los condicionantes religiosos en nuestra vida
sexual, de la popularización de los métodos anticonceptivos y de la
saturación de reclamos sexuales en los medios de comunicación,
consideramos que lo sabemos todo acerca del sexo, pero nada más lejos de la realidad. Si la pasada semana era el libro de Donna Freitas The End of Sex el que conmocionó los medios de comunicación americanos al retratar la "cultura del polvo", esta semana es el turno, desde una perspectiva más terapeútica, de Why Men Fake It: the Totally Unexpected Truth about Men and Sex (Henry Holt and Co.), escrito por el urólogo, profesor de Harvard y fundador de Men’s Health Boston Abraham Morgentaler que, entre otras cosas, afirma que los hombres nos comportamos de manera totalmente diferente a la que el tópico señala.
El
doctor utiliza sus 25 años de experiencia como terapeuta sexual para
ilustrar sus conclusiones, que son mucho menos previsibles de lo que
cabría esperar. Por ejemplo, indica que existen más hombres de los que
pensamos que fingen los orgasmos (para saber cómo lo hacen, hay que leer
su libro), y que suelen ocurrir por factores tan distintos como la
medicación a la que están siendo sometidos (especialmente
antidepresivos) o, simplemente, por una cuestión psicológica. ¿Por qué
ocurra esto? Por una sencilla razón, pero de la que se desprende el
resto de la argumentación del libro: porque los hombres, cada vez más inseguros, se sienten en la necesidad de ser capaces de hacer lo que se espera de ellos. Y, entre todas esas cosas se encuentra tener un orgasmo.
Dar la talla aunque no se pueda
Uno
de los problemas que Morgentaler ha encontrado con mayor frecuencia
entre sus pacientes es que no consiguen comportarse en la cama como a
sus parejas les gustaría. O como piensan que ellas preferirían. Cierto
es que en la mayor parte de casos –ya que también se refiere alguna
experiencia personal– se trata de personas con problemas sexuales
concretos, pero incluso algunos amigos del autor admitieron que habían
fingido el placer en un momento u otro. La primera vez que Morgentaler
se encontró un caso semejante fue hace unos años, cuando un paciente
reconoció que lo hacía para escapar de la vergüenza que suponía no ser
capaz de alcanzar el orgasmo a través del sexo con su mujer. La razón
que aducía el paciente para justificar su comportamiento es que “simplemente estaba intentando hacer lo que pensaba que era lo indicado para su pareja”.
A muchos hombres les ocurre algo semejante, sin necesidad de llegar a
tales extremos. Morgentaler considera que mientras la mayor parte de
investigaciones realizadas durante la última mitad del siglo han
contribuido a definir la sexualidad femenina como algo altamente
complejo, la idea de que los hombres son sencillos y que se mueven
únicamente por el mero placer se ha extendido cada vez más. “Por cada hombre que se comporta de manera inapropiada, puedo mostrarte a otros diez que son dedicados,
atentos y hacen todo lo posible para ser una buena pareja”, indica el
urólogo al comienzo de su libro. “Hemos aceptado que las mujeres son
complejas, pero pensamos que los hombres son simples”.
Los hombres se preocupan mucho más por sus parejas de lo que cabría pensar, y les importa más que su pareja llegue al orgasmo que ellos mismos.
Esto fue una de las primeras peculiaridades que Morgentaler se encontró
en los comienzos de su carrera profesional a finales de los años
ochenta. Es lo que ocurría, por ejemplo, con un tetrapléjico de 27 años
incapaz de sentir ninguna sensación en sus genitales. Y, sin embargo,
cuando gracias al trabajo de Morgentaler fue capaz de proporcionar
satisfacción a su pareja, le comentó a este que volvía a “sentirse de
nuevo como un hombre”. Una idea que ha conducido al profesor a pensar
que lo que en realidad proporciona satisfacción al varón no es su
“egoísta satisfacción”, sino hacer feliz a su pareja.
El mundo del Viagra y los problemas de erección
Todo
cambió para el hombre en 1998, indica Morgentaler, cuando el Viagra
comenzó a popularizarse. Como señalaba en una entrevista reciente
compartida precisamente con Freitas, “antes de que el Viagra apareciese, nadie había escuchado la palabra ‘pene’ en el discurso público,
y ahora escuchamos continuamente noticias que alarman sobre erecciones
de cuatro horas en los medios de comunicación”. Este proceso de
democratización de la sexualidad, como él mismo lo llama, ha solucionado
algunos problemas pero ha dado lugar a otros. Por ejemplo, que para
muchos jóvenes, su única forma de conocimiento sobre las relaciones
sexuales sea la pornografía, que no sólo difunde comportamientos poco
habituales sino que sus protagonistas son “portentos” que apenas
reflejan lo que un hombre medio puede hacer en la cama.
Estas dudas que abundan entre el sexo masculino se reflejan también
en muchos otros ámbitos de la vida. Morgentaler señala que, debido a que
el hombre ya no es el proveedor material, como lo fue en un pasado, y
su papel en la vida pública ha perdido importancia a favor del de las
mujeres, ya sólo les queda un territorio en el que demostrar lo que saben hacer: la cama.
En muchas ocasiones, es el miembro femenino de la pareja el que cobra
más o ha llegado más lejos en su carrera laboral que su pareja, algo que
causa una gran inseguridad.
Obligados a hacerlo lo mejor
que puedan en este ámbito, es cuando aparecen las disfunciones
sexuales. Como el propio autor expone, más de la mitad de los hombres
que traspasan la barrera de los cuarenta años sufren algún problema de
disfunción eréctil, y entre el 10 y el 30% de los varones han manifestado problemas de eyaculación precoz.
La consecuencia de todo esto, como señala Morgentaler, es que “las
mujeres no comprenden correctamente a los hombres y estos se sienten
solos”.
El mito de la testosterona
Otro de los temas que
Morgentaler aborda en el libro es el que tiene que ver con las
hormonas, y más concretamente, con la testosterona, de la que es un gran
experto, ya que en su día escribió Testosterone for Life: Recharge Your Vitality, Sex Drive, Muscle Mass and Overall Health (Mc-Graw Hill Contemporary). Los niveles de testosterona se reducen según pasan los años
(aunque cada vez se ve más este problema entre hombres de veinte), lo
que da lugar a, además de una peor vida sexual, a una sensación de
decaimiento o diversas dolencias como diabetes, osteoporosis o problemas
cardiacos.
Pero Morgentaler se muestra totalmente en desacuerdo con la noción de
otros investigadores de que “el hombre es un producto, minuto a minuto,
de sus variaciones en los niveles de testosterona”. Si bien es cierto
que esta hormona influye en el comportamiento de los hombres, el urólogo
considera que hay mucho más en ello que una simple cuestión hormonal.
El reto de la ciencia, así como de otras disciplinas del conocimiento
humano, es conseguir explicar al hombre en la misma medida que se ha
conseguido explicar a la mujer sin recurrir únicamente a los tópicos biológicos.
Fuente: El Confidencial